Discurso de Benedicto XVI sobre la figura de la Madre Teresa de Calcuta

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Extracto del discurso de BENEDICTO XVI en la comida ofrecida a los pobres que las misioneras de la caridad asisten en las comunidades romanas con motivo del centenario del nacimiento de la Beata MADRE TERESA DE CALCUTA.

Os proponemos la lectura de un extracto del discurso que dio Benedicto XVI sobre la figura de la Madre Teresa de Calcuta, para la que el premio más grande era amar a Jesús y servirle en los más pobres, en los que veía el rostro de Cristo en cada uno de ellos.

La beata Teresa de Calcuta vivió la caridad con todos sin distinción, pero con preferencia por los más pobres y abandonados: un signo luminoso de la paternidad y de la bondad de Dios. Supo reconocer en cada uno el rostro de Cristo, al que amaba con todo su ser: al Cristo que adoraba y recibía en la Eucaristía seguía encontrándolo por los caminos y las calles de la ciudad, convirtiéndose en «imagen» viva de Jesús que derrama sobre las heridas del hombre la gracia del amor misericordioso. La respuesta a quien se pregunta por qué la madre Teresa se hizo tan famosa es sencilla: porque vivió de modo humilde y oculto, por amor y en el amor de Dios. Ella misma afirmaba que su premio más grande era amar a Jesús y servirlo en los pobres. Su figura pequeña, con las manos juntas o mientras acariciaba a un enfermo, un leproso, un moribundo, un niño, es el signo visible de una vida transformada por Dios. En la noche del dolor humano hizo brillar la luz del Amor divino y ayudó a muchos corazones a encontrar la paz que sólo Dios puede dar.

Demos gracias al Señor porque en la beata Teresa de Calcuta todos hemos visto cómo puede cambiar nuestra vida cuando se encuentra con Jesús; puede llegar a ser para los demás reflejo de la luz de Dios. A muchos hombres y mujeres, en situaciones de miseria y sufrimiento, ella les dio el consuelo y la certeza de que Dios no abandona nunca a nadie. Su misión sigue a través de aquellos que, aquí como en otras partes del mundo, viven su carisma de Misioneros y Misioneras de la Caridad. Es grande nuestra gratitud, queridas hermanas, queridos hermanos, por vuestra presencia humilde, discreta, oculta a los ojos de los hombres, pero extraordinaria y preciosa para el corazón de Dios. Al hombre, que a menudo busca felicidades ilusorias, vuestro testimonio de vida le muestra dónde se encuentra la verdadera alegría: en compartir, en dar, en amar con la misma gratuidad de Dios que rompe la lógica del egoísmo humano.

Os adjuntamos el link del discurso completo