«Un transexual solicita la eutanasia tras sufrir complicaciones su cirugía de reasignación de sexo»

Artículo publicado por OBSERVATORIO DE BIOETICA UCV|6 septiembre, 2023|BIOÉTICA PRESS, Eutanasia, Informes, Transexualidad.

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Según el diario Daily Mail, Lois Cardinal, un varón de 35 años, se sometió a una vaginoplastia en 2009. Tras asegurarle los médicos que todo iba a ir bien y que no se darían complicaciones, el joven comenzó a sentir presión constante, incomodidad y fuertes dolores que no han cesado hasta el momento. Para Cardinal, esta situación le está provocando «una gran carga psicológica», ya que además, afirma que no tiene una buena atención médica, por lo que ha solicitado la eutanasia.

El sistema de salud canadiense se ha opuesto a su solicitud, pero el joven, que volverá a intentarlo en unos meses, ha denunciado la negativa de los médicos, considerándolo una violación de los derechos humanos.

Este dramático caso se suma a otros en los que las intervenciones de transición de género, tanto hormonales como quirúrgicas, empeoran significativamente la calidad de vida de los implicados, que experimentan frustración y angustia al constatar que las promesas recibidas en el momento de aceptar estos tratamientos no se vieron cumplidas, y experimentaron, en cambio, un empeoramiento de su salud, tanto psíquica como corporal, por la acumulación de efectos secundarios asociados a las intervenciones transgénero, de las que hemos publicado informes previos.

Con frecuencia, la disforia de género que acompaña a las personas que solicitan la transición, aunque parece mejorar tras las intervenciones, va desarrollando las complicaciones asociadas, en muchos casos graves, a lo largo del tiempo. Efectos secundarios asociados a los tratamientos hormonales cruzados que deben mantenerse el resto de sus vidas o las frecuentes complicaciones de las intervenciones quirúrgicas que empeoran ostensiblemente la calidad de vida de estos pacientes, provocan que la satisfacción inicial de lograr la deseada transición se eclipsa paulatinamente ante la progresiva decepción asociada a estas complicaciones y, también, a que la posible existencia de trastornos iniciales no diagnosticados ni tratados pueden agravarse.

No debe obviarse que los cuerpos de las personas que se someten a tratamientos de transición de género están mayoritariamente sanos y son estos tratamientos los que inducen patologías con el tiempo.

Y esta es exactamente la línea que nunca deben seguir las intervenciones médicas: “primum non nocere”, primero no hacer daño.

Este y otros casos de frecuencia creciente han obligado a profesionales e instituciones inicialmente intervencionistas hacia los procesos de transición, estén modificando sus posturas, tendiendo a priorizar la atención psicológica antes que las farmacológicas y quirúrgicas, e intensificando los diagnósticos previos que eviten intervenir erróneamente en quienes necesitan otros tratamientos para determinadas disfunciones.

Finalmente, pensar que la solución para el caso que nos ocupa pueda ser la eutanasia y que llegase a aprobarse su aplicación, muestra el rostro más siniestro de una medicina que ha dado la espalda a los pacientes, los maltrata de espaldas a la evidencia científica y, finalmente, les propone la muerte como vía de solución a sus sufrimientos. Curar, aliviar o cuidar deben recordarse como los verdaderos fines de las profesiones sanitarias.