Hay una práctica actual que consiste en compartir imágenes de nuestros hijos en redes sociales, bien mostrando contenido comercial o simplemente enseñando al público el día a día familiar.
Primero de todo, hay que distinguir entre la publicación de fotos en un perfil privado y un perfil público. Un perfil privado restringe el acceso a un círculo controlado y conocido, como si fuera un álbum de fotos familiar y digital, mientras que un perfil público desconoce el destinatario de la imagen del niño y el uso que de la misma se va a hacer. Cualquier desconocido puede apropiarse, compartir, manipular o distorsionar la imagen de nuestro hijo. ¿Sabemos lo que hacemos realmente cuando publicamos fotos en perfiles abiertos?
La IA además, conlleva un riesgo adicional que todavía no controlamos ni conocemos. ¿Alguien se imagina un anuncio comercial en una marquesina con la imagen de nuestro hijo diseñada con IA? Suplantación de identidad o acoso digital, son algunos de los riesgos.
Pero es que además de los riesgos, que comprometen presente y futuro de nuestros hijos, está el impacto psicológico que en ellos produce la pérdida de intimidad. Muchas veces los niños dejan de ser solo niños y se convierten en contenidos para los demás, se comparten sus momentos especiales, sus historias más personales, su vida íntima, sin que ellos puedan decidir. Sin darnos cuenta, convertimos a nuestros hijos en un producto comercial, de manera, que pueden sentirse usados o poco importantes porque piensan que su privacidad no tiene valor. Incluso pueden dejar de confiar en sus padres, que sientan que su vida fue contada para otras personas sin que pudieran decidir. ¿De verdad somos conscientes de todo esto?
Tampoco queda libre de riesgos el testimonio positivo, aquellos que muestran una paternidad pública como motor de cambio hacia estilos de vida saludables, positivos, de aprendizaje para otros padres. Y es que, aunque inicialmente el objetivo sea dar un testimonio positivo, la realidad muchas veces es que, derivado de la presión de producir contenido, la paternidad deje de ser vivida para ser representada y por tanto distorsionar la realidad y “escenificar” una paternidad ideal que no sea real. Esto puede generar frustraciones o sensación de insuficiencia, de estar fallando como madre o padre, al pensar que o la paternidad que vives en tu casa es distinta a la del modelo que se impone en redes sociales. Puede generar además para la familia que publica, una falsa vivencia de la paternidad ¿estoy disfrutando este momento con mi hijo o estoy pensando cómo se verá en redes sociales?
En definitiva, ¿hemos pensado o nos hemos planteado si en un futuro nuestras acciones pueden hacer sentirse a nuestros hijos respetados, seguros y protegidos? ¿nos hemos planteado que nuestro modelo paternidad y de familia es tan bueno y tan positivo como otros muchos modelos invisibles de vida familiar donde también existe el caos, los errores, los días malos? Confiemos más en nuestra intuición como padres y no tanto en modelos que veamos en redes, y que quizás, ¡no sean tan buenos como nuestro propio testimonio!
Fuente: La Antorcha nº7 Abril 25