El hombre como decía Aristóteles está llamado a la “vida buena”. La “vida buena” es aquella que resulta de vivir las virtudes. La vivencia de las virtudes exige un primer paso, adquirirlas, es decir, generar el hábito y, en segundo lugar, crecer en ellas. Por eso podemos decir que la vida bien vivida es una vida en crecimiento. Es decir, debemos aprovechar cada momento de nuestra vida para crecer, para mejorar y así alcanzar esa plenitud a la que todos estamos llamados y que es fuente de felicidad.
Ahora entramos en tiempo de vacaciones y, por tanto, tiempo de descansar, de reponer fuerzas. Sin duda, todos, mayores y pequeños, tenemos derecho a descansar, el curso es exigente y nos merecemos reponer fuerzas. Sin embargo, hay un riesgo importante en función de cómo afrontemos las vacaciones.
Todos de alguna manera inconsciente asumimos que el invierno es para “trabajar”: nuestros hijos sacando el curso adelante; nosotros cumpliendo los objetivos profesionales e ir poniendo las bases para futuras promociones o mejoras laborales. Incluso el invierno es el tiempo en el que trabajamos aspectos personales nuestros o de nuestros hijos: idiomas, música, deportes, gimnasio. Todo ello con el fin de crecer en cualidades personales y/o profesionales.
En la misma línea que consideramos el invierno para trabajar en el crecimiento personal o profesional consideramos el verano para descansar. Y en este punto es clave qué concepto tenemos del descanso. Si descansar es abandonar las obligaciones que me pongo en el invierno y nada más, entonces las vacaciones serán un tiempo desperdiciado. Si por el contrario, entendemos el descanso como un momento de cambio de actividad, de cambio de ritmo, entonces las vacaciones podrán ser un momento de crecer.
Las vacaciones son un momento especialmente adecuado para crecer porque tenemos mucha más disponibilidad de tiempo. Es un tiempo en el que podemos dedicar más tiempo a aficiones o actividades que nos resultan agradables, que nos gustan y a la vez nos ayudan a crecer.
Tres son las facetas que toda persona debe trabajar: la espiritual, la intelectual y la corporal. ¡Qué bueno sería que en las vacaciones pudiéramos hacerlo!
La primera y más importante es la faceta espiritual; la relación con Dios. El tiempo de vacaciones es un tiempo especialmente adecuado para profundizar la relación con Dios. En vacaciones el horario se relaja, hay más disponibilidad de tiempo, no tenemos tantas obligaciones que atender, eso nos permite poder disfrutar de la relación con Dios con mayor relajación y tranquilidad. No tener tantas ocupaciones durante el día nos permite poder dedicar tiempo a la oración personal – el encuentro íntimo con Dios – de forma más generosa y tranquila, a la lectura espiritual o acudir a misa con mayor frecuencia.
Por otra parte, en la medida que la convivencia familiar se facilita en vacaciones, los horarios son coincidentes y además los niños no tienen que acostarse tan pronto, es un tiempo muy favorable para vivir la piedad en familia. Empezar y acabar el día rezando juntos, acudir a misa en familia, rezar el rosario en familia, leer juntos la biblia o vidas de santos, hacer alguna visita a ermitas o iglesias cercanas. En vacaciones es más fácil vivir la piedad en familia y eso es algo que nuestros hijos agradecerán y que ayudará a que arraigue en ellos la vida de piedad. Todo aquello que se hace en familia deja una impronta fuerte en los hijos.
En la faceta intelectual el gran pilar a trabajar es el conocimiento. El objeto de la inteligencia es la verdad y, por eso, desea conocer. El gran instrumento para adquirir el conocimiento es la lectura. Las vacaciones son el gran momento para leer sobre aquello que nos gusta. Tenemos el tiempo y no existen las exigencias escolares o profesionales que nos obligan a fijar nuestra atención en otro tipo de contenidos. Es bueno que mayores y pequeños nos animemos a dedicar tiempo a la lectura. La lectura siempre nos hace crecer: nos permite conocer mundos nuevos, nos ayuda a profundizar en la realidad, despierta y desarrolla nuestra imaginación, nos ayuda a ir generando criterio propio y tener mirada crítica sobre las cosas, favorece el desarrollo cognitivo y la atención. En el verano hay muchos tiempos muertos, convirtámoslos en tiempo de lectura.
En la lectura todo son ventajas, en todas las edades, y no es necesario obligarse a leer cosas sesudas. De todo se aprende, la literatura es una gran maestra de la vida. El único requisito es elegir buenas lecturas, es decir, lecturas que no distorsionen la visión de la realidad, que no llamen bueno a lo malo o viceversa, que no deformen el criterio. En esta Red de Padres se han propuesto muchos libros con criterio para todas las edades. ¡Aprovéchalo!
Junto a la lectura, que también se puede convertir en actividad familiar, al leer en voz alta toda la familia un libro y comentarlo, las vacaciones son un momento óptimo para ver películas en familia y luego conversar entre todos, lo que provoca una ocasión muy buena para compartir opiniones y transmitir criterio.
No nos olvidamos de las excursiones. Una oportunidad magnífica para en familia ir conociendo el arte, la arquitectura y la historia de España. Una forma sencilla de transmitir el amor por España.
La faceta corporal es la que de forma más natural se trabaja en vacaciones. Todo el mundo aprovecha en mayor o menor medida para desarrollar sus aficiones deportivas y los niños simplemente con una jardín, la playa o la piscina no paran quietos. Sin embargo, es muy interesante que en estos días de vacaciones se aproveche para desarrollar aficiones comunes que luego en el invierno permitan ratos de convivencia familiar.
Finalmente, y no por decirlo al final es menos importante, las vacaciones son un tiempo para crecer como familia. Para hacer planes familiares, para compartir más tiempo, para hacer más cosas juntos. Los juego de mesa son una ayuda inmejorable. Es un tiempo que bien aprovechado permite reforzar los vínculos entre toda la familia.
Expuestas todas estas cosas juntas pudiera dar la sensación de que las vacaciones se acabarán convirtiendo en un infierno lleno de objetivos y tareas a cumplir.
Nada más lejos de la realidad. Unas vacaciones rígidas, con horarios exigentes, y con poco tiempo disponible – porque todo está tasado – no descansan, al contrario, agotan y en vez de ayudarnos a crecer nos generan estrés y agotamiento físico y mental.
La idea es simplemente tener en cuenta que las vacaciones son un tiempo de oportunidad que no hay que desaprovechar. A partir de esa intención cada uno, cada familia, en función de sus circunstancias, verá cómo puede convertir las vacaciones en algo positivo, no en un tiempo que según avanza provoque que deseemos volver al “trabajo” o al “cole” porque parece que no aporta nada o nos asfixia.
La clave está, no tanto, en tener todo el día algo que hacer como en no perder el tiempo. Perder el tiempo en vacaciones es fácil si desordenamos mucho – distinto de relajar – los horarios, si dejamos simplemente que el día pase sin especial propósito, si dedicamos mucho tiempo a las pantallas en los tiempos muertos, si caemos en el activismo y entonces no hay tiempo para rezar, leer, estar con el resto de la familia. Esto es lo que debemos evitar en vacaciones, que el día nos lleve en vez de llevar nosotros el día. Evitándolo el resto vendrá por sí sólo.
No podemos acabar este artículo sin desearos a todos unas buenas y crecederas vacaciones.
