Cuántas veces hemos repetido: “¡Qué ganas tengo de desconectar!”, o “¡Este verano me voy a dedicar al “dolce far niente”!”. Y muchas veces sucede que, a la vuelta de las vacaciones, nos encontramos con una sensación de tiempo perdido, de no haber aprovechado las propias vacaciones, lo que nos genera frustración y la cada vez más habitual insatisfacción.
Por eso desde este último boletín del año queremos proponeros una nueva perspectiva para planificar las vacaciones. En primer lugar, caer en la cuenta de que el mero no hacer nada no implica descanso en sí mismo. El verdadero descanso viene del cambio de actividad; realizar actividades que durante el resto del año muchas veces no podemos hacer. En segundo lugar: plantearnos el cómo vamos a realizar estas actividades. El ritmo de nuestra vida. Está más que comprobado que el ritmo al que vivimos nos impide realmente centrarnos en las actividades que son importantes, generándonos una continua situación de ansiedad ante la imposibilidad real de poder hacer frente a todas aquello que querríamos hacer, llegando al absurdo final en el que no disfrutamos haciendo nada de lo que hacemos.
Por ello, planteémonos en familia qué es lo que queremos hacer este verano. A qué queremos dedicar el tiempo, qué actividades pueden ser aquellas que nos ayuden realmente a descansar. Y si además lo hacemos desde la perspectiva de buscar actividades que generen encuentro entre todos los miembros de la familia (compartir tiempos y espacios), y con otras familias, pues mucho mejor. ¡Cuánto tiempo dedicamos a planificar y preparar los campamentos de verano, cursos en el extranjero u otras actividades para que nuestros hijos en verano y realmente qué poco tiempo dedicamos al tiempo de vacaciones en familia!
Desde actividades deportivas, excursiones, visitas culturales, turismo para descubrir nuevas ciudades y lugares, tiempo para la lectura, para el paseo, para el otro… Seamos creativos y pongamos nombre a estas actividades. Tengamos un horario, no nos dejemos arrastrar por el tedio. El horario nos ayuda también a organizar el día, no quita la libertad a nadie. Al contrario, nos regala tiempo.
Y por supuesto, y tal vez lo primero, cuidemos nuestro tiempo con Dios. Tanto a nivel personal como a nivel familiar. No desconectemos de Dios, porque Dios nunca se va de vacaciones. El verano, y precisamente el sosiego de este tiempo vacaciones es una oportunidad única para fortalecer nuestra oración con Dios, frecuentar el sacramento de la Eucaristía y del Perdón, a fin de cuentas, para profundizar en nuestra relación con Dios.