Navidad, es Navidad: Tiempo de y para la Familia

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Navidad, es Navidad: Tiempo de y para la Familia

Introducción – Navidad en familia

Muy probablemente todos nosotros nos encontremos ya inmersos en la vorágine que en la mayor parte de las ocasiones nos domina en el mes de diciembre. Esa vorágine de celebraciones, eventos familiares y compras, como todos sabemos muy bien nos puede descentrar y hacer que perdamos la perspectiva de aquello que celebramos estos días y el modo en que debe ser apropiado.

Con respecto al qué celebramos, está claro que se trata del nacimiento de Jesús, la venida de Dios al mundo. Caer en la cuenta de todo lo que supone para la humanidad en general y para nosotros a nivel particular no es inmediato. Es una tarea que muy probablemente lleve toda una vida. Solamente tomando conciencia de todo lo que supone podremos celebrarla de la forma que se merece. Si vamos profundizando en su sentido, en sus implicaciones y en la grandeza de este hecho, podremos, cada año, ir celebrando estas fechas de una forma más acorde a lo que implican, sin dejarnos llevar por modas, consumo, eventos y planes continuos que no son otra cosa que distracciones que no nos permiten disfrutar plenamente del sentido de la Navidad.

En este boletín podréis encontrar, más adelante, una práctica que puede ayudarnos a profundizar en el sentido de la Navidad: La contemplación del Belén, mirando todo aquello que representa cada figura, cada escena. Más adelante encontraréis un breve texto con algunas pinceladas al respecto, tomado de la Revista Misión en su número de diciembre de 2023.

Junto con la celebración de la Nochebuena y la Navidad, celebramos también en estos días la festividad de la Sagrada Familia (vamos, que no paramos de celebrar). Porque no podemos olvidar que Dios se hace hombre en una Familia, decide que es ahí donde nacer. Tal y como dijo San Juan Pablo II “El Redentor del mundo eligió a la familia como lugar para su nacimiento y crecimiento, santificando así esta institución fundamental de toda sociedad» (mensaje de Angelus, 30 de diciembre de 2001)”. Desde aquí podemos responder a la pregunta acerca de cómo celebramos la Navidad. ¿Qué mejor forma de vivir la Navidad que haciéndolo en familia? Tenemos por delante un periodo de tiempo trufado de encuentros familiares (que muchas veces son banalizados y considerados como momentos de tensión ineludibles) que son ocasión de poner en valor nuestra familia, y la vida de fe que en ella desarrollamos. De transmitir a nuestras hijas el relato, la historia de su familia y cómo la fe se erige como el pilar fundamental de la misma. Momentos de encuentro con los abuelos, con los tíos, con los primos, que nos permiten hacer partícipes a nuestros hijos e hijas de la historia de sus padres, de sus abuelos, y al mismo tiempo ir construyendo la suya propia. Tiempo para para dar gracias, para ESTAR juntos (algo que cada vez se torna más complicado con las ansias de conexión digital que invaden al hombre). Encontraréis en este boletín una serie de planes que, como complemento a las celebraciones festivas que marca el calendario (cena de Nochebuena, comida de Navidad…) invitan a compartir momentos en familia. Momentos para compartir y construir nuestra historia y la historia de nuestros hijos. Tiempo para cimentar la personalidad de nuestros hijos en las raíces de su historia familiar en la que cada Navidad nace Jesús.

Los personajes del Belén

Este año se conmemoran los 800 años del origen de la bella tradición de montar el Belén. En 1223 San Francisco de Asís quiso celebrar la Misa de la Víspera de Navidad fuera de una Iglesia y decidió hacerlo al estilo de cómo pudo haber sido realmente el Nacimiento de Jesús. En una cueva colocó un comedero y al lado un asno y un buey vivos. Las figuras del belén fueron llegando con el paso de los años.

Los personajes del belén:

  • San José representa la confianza y la fortaleza para los que esperan con paciencia. Según el Papa Francisco, es esencial en la vida de Jesús y de María. “Él es el custodio que nunca se cansa de proteger a su familia”. En su infructuosa búsqueda de alojamiento para que nazca el Hijo de Dios acondiciona un humilde establo para su nacimiento.
  • El Niño, el Emmanuel, el Dios con nosotros, es un bebé pobre, indefenso, pero bien cuidado. “Hacemos nuestros belenes algo hermoso, pero el pesebre tendría mal olor y la paja sería incómoda…”. Esta precariedad esconde un poder que crea y transforme. Hagámonos nosotros como esa paja que sí supo acoger a Cristo.
  • La Virgen, “la llena de Gracia” se adapta sin dilación a los planes de Dios, colmados desde el principio de aparentes inconvenientes e incomodidades. La vemos en el pesebre meditando todo en su corazón. “¿Cómo esperaría la Virgen María a su niño Jesús? ¿Qué le cantaría? ¿Qué le diría? ¿Cómo repasaría las palabras que le dijo Ella al ángel?…
  • La mula y el buey son los verdaderos anfitriones de aquel inhóspito lugar, aunque no están descritos en los Evangelios. Revelan el cumplimiento de las profecías de Cristo. “El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor ¡pero Israel no conoce, mi pueblo no entiende!” (Isaías 1, 3-4)
  • Los ángeles se aparecen a los pastores para anunciar la alegría del nacimiento del Señor. Su gozo se convierte en canto y alabanza por la “paz” que trae Dios, que no borra los conflictos, pero si da la salvación plena a los hombres.
  • Los pastores. Estos representantes del pueblo judío reciben de noche el anuncio del ángel, el canto de gloria. “Con sencillez se dejan sorprender porque son humildes”. Y se ponen en camino en busca de “un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Regresan a sus quehaceres felices y glorificando a Dios por “lo que han visto y oído”.
  • Los Reyes. Estos sabios venidos de lejanas tierras son símbolo del resto de la humanidad que reconoce al Niño Dios. Los Magos “adoran a un rey que no tiene apariencias de serlo y le otorgan presentes: oro para el Rey, incienso para el Dios y mirra para el Hombre, presagio de su muerte”
  • La estrella. Esta potente señal luminosa apareció en el cielo y guio a los magos hacia el lugar exacto donde encontrarían al Mesías. Enrique Monasterio, autor de “ El Belén que puso Dios” cuenta que la estrella no solo vió lo que muchos profetas habían querido ver, sino que fue “el farol del Portal que alumbró a los pastores y su larga cola de luz bailó en el Cielo con el primer villancico de los ángeles”.

Por Carmen Seara con la asesoría de Betty Rivera, directora territorial de las Consagradas del Regnum Christi en España. Artículo de la Revista Misión.